Siendo el menor de 4 hijos, René Humberto Ojeda Miranda, era un natalino que a temprana edad supo de faltas y no sólo del tener cosas físicas, sino también del cariño materno primero y luego el paterno, lo que definió profundamente su carácter.
Siendo niño, cantó en un bar algunos tangos picarescos, para obtener algunas “moneditas”; fue carpintero y ayudó a levantar casas y un colegio en su ciudad natal. En esa niñez, se ganó el amor de su gatito, “Puntito”, con el que conoció el lazo de amor con un animal.
En la “Estancia San Gregorio”, montado a caballo, desde las 4 de la mañana arreaba corderos por las pampas magallánicas, tomó mates, tuvo la relación de trabajo en equipo y camaradería con sus compañeros. Ahorró dinero y se compró con orgullo su primer jean de marca Lee, con el que se sintió grandioso, al caminar por las calles de Puerto Natales.
Su inquietud y curiosidad, lo llevó a destacarse desde sus primeros años de estudios escolares, tanto que fue el primer alumno de su generación. Sin Embargo, con el dolor de su corazón, vivió nuevamente el dolor de la falta de sus padres en su licenciatura.
Teniendo buenos resultados en la prueba nacional para el ingreso universitario, la Universidad de Chile hizo el llamado para ingresar a la carrera con el que él soñaba estudiar, Derecho. Al no tener el apoyo económico, trabajó en el Servicio de Impuestos Internos, para poder pagar el costo de la carrera que eligió estudiar en la Universidad de Magallanes, Contador Auditor. Al poco tiempo de trabajo, constató vivencialmente que esta área era también de su gusto, transformándola en su pasión y en un pilar importante de su vida.
Fue ese lugar el de encuentro con quien era una estudiante en práctica, Mercedes María Neira Méndez, con la que luego se enlazaría en matrimonio y con quien tuvo sus 3 hijos. Como matrimonio se esforzaron por darles a sus hijos lo que ellos necesitaron en su infancia, siendo la palabra “esfuerzo” muy pequeña para todo lo que hicieron por ellos, tanto así que lo denominaron su razón de existir.
Para el año 1978, todo Magallanes se preparó para una posible guerra. Mercedes fue a aprender con la Cruz Roja sobre curaciones y cómo enfrentarlas con recursos ingeniosos. La preparación para los soldados era intensa física y emocionalmente. No solo de milicia aprendió en ese entonces, sino a la valoración de la vida, ya que estuvo muy cercano a la muerte. La huella que dejó esa vivencia, lo comunicó a su familia con la disciplina y la forma en que los despertaba algunas mañanas, principalmente de invierno, cuando costaba mucho ponerse en pie, percutiendo con el puño sobre una muralla, con el ritmo de algún canto militar y gritando a todo pulmón: ”a levantarse pelotón”!!!
Apasionado por su trabajo, llegaba muy tarde a casa y aun en sueños, solucionaba los problemas del día a día. En varias ocasiones despertaba a mitad de la noche muy contento, porque había solucionado un “caso”. En su velador se podían encontrar libros grandes de tapa blanca, sobre leyes tributarias, que estudiaba hasta altas horas de la noche, pero nunca faltó la revista de “condorito”, que le sacaba carcajadas, en las tardes de relajo, tardes en las que intercalaba la lectura con los diarios “la Prensa Austral y los domingos con el Mercurio».
Los domingos era su día de chef, le gustaba encerrarse en la cocina, sin querer recibir ayuda más que de Mercedes. Se tomaba su buen tiempo y salía con platos exóticos muy deliciosos, que transformaban la jornada en algo mágico.
Siempre vestido de pantalón, camisa y corbata, comentaba de la importancia de la presentación, para lo cual necesitaba un espacio de tiempo, en la que se dedicaba solo a él y luego de la cual, salía del baño acompañado de vapor y de aromas perfumados, que le brindaban aún más elegancia a la escena. Así partía a la oficina, donde compartía con sus colaboradores, a quienes estimaba a todos de manera especial, con sus defectos y virtudes y, por los que siempre trabajó también, porque tenía una conciencia plena de la importancia del trabajo, para llevar el pan a sus respectivas casas.
La sensibilidad social estaba impregnada en él y siempre que podía, ayudaba incluso al que no le pedía. Sin duda, caló hondo en él, los pocos años que tuvo a su madre, ya que ella en su trabajo de sindicalista, siempre luchó por los más débiles y desposeídos.
Fue bendecido por la compañía y protección de “Jadita”, la gata negra que ronroneaba con solo mirar a René, la que defendía con fiereza a cualquier gato intruso que se quería infiltrar por el patio. El ”Pupi” tomaba en brazos a Jadita como su bebita y le hablaba y cantaba como tal. Fue la hija menor. Este “tirapiedras” logró muchos de sus objetivos y vivió su vida a su manera. En el último tiempo, jamás dejó su espíritu juvenil y las poderosas ganas de vivir, que fue su último deseo, el día antes de dejar esta vida.
Papá, te extraño. Vieras tú como te traicionaron tus trabajadores, incluso la de más confianza, Elena. Sí, ella no tuvo compasión principalmente conmigo y por medio de su accionar, no me permitió vivir el duelo. Es una persona muy mala, por lo que me temo que su vida será un calvario, al igual que a todos los traicioneros, que también fueron clientes…muy pocos de ellos se han acercado a hablarme de ti y a saber si estoy bien o no. Recuerdas a cuánta gente ayudaste?…me parece increíble que todo haya sucedido así…
Extraño a mis padres y me siento sola, porque ni mis hermanos me resultan tan cercanos como sí lo fueron uds cmgo, en especial la mamá, mi amiga. Me dejaron muy pronto y ni siquiera el psicólogo me basta para llenar el vacío de confianza que siento. Ya van casi 3 años y sigo desesperanzada.
Espero que tú estés mejor.
Siento mucho lo sucedido, hace un momento me enteré.
Sólo me queda enviarles un gran abrazo a cada uno de ustedes. Que la paz invada sus corazones y les de resignación.
Papá, te amo y te juro que estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para lograr lo que me pediste antes de partir que fue continuar con la oficina que ambos con la Mumita empezaron. Dame tu fuerza e ilumíname el camino para hacer lo correcto y que funcione como tú lo querías.
Gracias por ser mi padre y darme la oportunidad de acompañarte en tus últimos días. Me sentí feliz de poder aplicarte cremita en tu cuerpo para q te relajaras y hacerte masajitos en tu rostro y craneo, eso te tranquilizaba, al igual que los cuentos que te leía y las risas que te sacaba. Te veías tan tierno y dulce cuando me sonreías, mientras sonaba la música que ponía de fondo.
El otro día soñé contigo y te veías contento y joven, como cuando llegabas de la oficina…ahora te has manifestado en la casa, al parecer intranquilo por las cosas que han pasado con tus trabajadores…eso también me pone triste Pupitoo, sé que querías que siguieran con nosotros, pero como decías tú…qué le vamos a hacer.
Tienes que estar tranquilo, he hecho todo lo posible para que todo esté bien, para mantener y mejorar tu legado.
Siento todo el tiempo que estás a mi lado en las decisiones. Gracias por acompañarme aún.
Muchos te amamos y sé que descansarás cuando todo ande bien…Dios quiera que así sea.
Mándale saludos al tío Tata, la tía Pita, Clara, Chato, el tío Quelo, Nanín todos amados por mi entero corazón.
Tengo la absoluta fe que todo va a salir bien, para el bien de todos.
Así sea.
Amén
Mi querido padrino un mes que ya no estás fisicamente pero en nuestros corazones siempre estarás ❤ fuiste una gran persona para mi en mi niñez, un gran amigo de mis abuelitos alfredo y maría que con tanta pena te despedimos, fue muy fuerte enterarnos de tu partida por lo que aun lamentamos, sobre todo yo que tenía tantas ganas de verte y presentarte a mi hijo, me quedaré con esa tristeza pero tengo la tranquilidad de que estás descansando en paz.
Un abrazo fuerte para pao, humbertito vivi y a mi madrina.
Compadre y amigo, en nombre mío y de mi esposo Alfredo Pérez nos despedimos de ti de forma simbólica, porque sigues vivo en nuestros corazones. Lo recordaremos cómo siempre, lleno de alegría y luz. Un abrazo y nuestras condolencia para sus hijos Humbertito, Paolita y Viví.